lunes, 31 de mayo de 2021

Los electroduendes tienen una segunda oportunidad y serán expuestos en elMuseo Internacional de Títeres de Albaida






Gripar, fundir, averiar… cuando se empieza no se puede dejar. ¡Qué alegría, gripar en buena compañía! He vuelto, soy la bruja Avería». Tras casi 37 años guardada en un baúl, la bruja y los electroduendes han vuelto a tener una segunda vida gracias a las manos del artesano vallisoletano Juan Villa.



Estas marionetas, protagonistas del mítico programa La Bola de Cristal, que se comenzó a emitir el 6 de octubre de 1984 en TVE, en plena Transición, se han convertido en los restos arqueológicos de un modelo de televisión de vanguardia, que también estuvo muy vinculado a la Movida. De hecho, desde la primera entrega se vio que La bola de cristal no iba a ser un programa al uso. Los creadores definen a estas marionetas, los electroduendes, como inquietantes. Y es que nunca antes se había visto en la pequeña pantalla a unos muñecos tan malvados, hirientes y corrosivos. «¡Viva el mal, viva el capital!», decía una y otra vez la bruja Avería. 


Unas marionetas, para las que inventaron el nombre de electroduendes, que opinaban e ironizaban sobre todo lo que estaba pasando en el mundo. Algo que generó, en su momento, hasta preguntas parlamentarias. Una carga ideológica que estaba matizada por la ironía y el sentido del humor. «Soy la bruja Avería, soy de la CIA y TVE será mía. Tiembla, por Orticón, porque te voy a electrocutar en tu sillón. Por Plumbicón y Saticón, me he apoderado de la televisión», advertía el emblemático personaje de la bruja.


Los electroduendes desaparecieron a finales de los 80 de las pantallas, y cuando se creían perdidos han reaparecido para convertirse en las estrellas de un museo. Eso sí, han necesitado los cuidados intensivos de Juan Villa, que recibió hace más de un año uno de los encargos más sorprendentes, pero también uno de los más emotivos de su carrera. No puede evitar una sonrisa al recordar cuando le llamaron del Museo Internacional de Títeres de Albaida, que está dedicado a la preservación, conservación, estudio e investigación del arte del títere para restaurar a la bruja Avería y los electroduendes.

 El centro los recuperó en Miami, donde los tenía la familia de su creador, el marionetista Alejandro Milán, que los creó a partir de los diseños de Miguel Ángel Pacheco y la idea de Lolo Rico, para el mítico espacio. «Crecí viéndolos todos los sábados por la mañana. Estaba fascinado por ellos», recuerda.
Los ejemplares que ha restaurado en su taller de Cubillas de Santa Marta son los originales, aunque luego se realizó una segunda edición, pero que el creador guardó por motivos sentimentales. «Estaban muy deteriorados, pero se han conservado porque estaban fabricados en vinilo, que no es un material común para las marionetas, y eso ha permitido su conservación. La segunda tanda, que se hizo en látex, no se conserva».


El reto que se le planteó a este creador de atrezzo y reproducciones fantásticas era cómo abordar el encargo. Desde el principio tuvo claro que iba a restaurar, no a reconstruir. Su premisa fue tratar a la bruja y los electroduendes como obras de artes, pero la dificultad estribaba en que están hechos con materiales «muy alejados» del mundo de la restauración, incluidos sus mecanismos de funcionamiento. Buscó asesoramiento de profesionales y se puso manos a la obra».


La bola que mola. «Son alucinantes», confiesa. Y recalca que tienen mucha frescura al natural y que las marionetas son un ejemplo único de creatividad. «Hemos recuperado su frescura hasta el punto que era sensato». Una originalidad que no es solo de diseño sino de los materiales con los que se construyeron. «Maese Cámara tenía bombillas por ojos, la bruja Truca tenía un anillo que era un fotograma de una película…», explica. Pero que también les complicó y mucho el trabajo. 

Villa detalla lo complejo que, por ejemplo, fue reconstruir el colmillo que le faltaba a la bruja Avería. Probaron con distintos materiales, pero no funcionó hasta que utilizaron un trocito de la gomaespuma con la que está fabricado su cuerpo y, entonces, sí encajó. Y la bruja gorda y fea recuperó su carisma. «Desaliñada pero pulcra, malvada pero inocente», como la definía la directora del programa, Lolo Rico. Y ahora luce, de nuevo, vestida de oscuro, pero alegre, con sus greñas de cables, que caen sobre sus hombros como serpientes.


Lo mismo sucede con la bruja Truca, a la que le faltaban unos mechones. En este caso, Villa optó por utilizar pelo sintético para diferenciarlo del natural original. Esta bruja se creó como un homenaje al cine, mientras que el Hada Vídeo hacía lo propio con este sistema audiovisual. Un grupo, el de los electroduendes que se completaba con Maese Sonoro, que representaba al micrófono, que podía escucharlo todo, no memorizarlo. En su caso, había perdido el pelo, que era de animal, y necesitó una peluca artificial. Otra marioneta es la Maese Cámara, que representaba a las grabadoras, ya que podía memorizar y reproducir cualquier imagen o sonido que hubiesen visto u odio sus compañeros. Juntos popularizaron canciones como: «Soy un electroduende y nadie me comprende. Y tengo transistores de todos los colores. Me los puso un señor con estaño y soldador».

La peculiaridad de estos muñecos también está en el mecanismo de manejo, que era un tubo de tela cosido a la melena, que era utilizado para meter la mano y manejar las cabezas. Además, han tenido que fabricar un mecanismo para tensar las caras y que no se deformen, junto con unas peanas para consolidar el resto del cuerpo.

 

«Tenía claro que debía ser una restauración. Afronté el encargo como si se tratara de una obra de arte»

El escultor y creador de atrezzo, Juan Villa, ha sido el encargado de restaurar las míticas marionetas de los años 80. El vallisoletano confiesa que este ha sido uno de los encargos más emotivos de su carrera porque creció viendo La bola de cristal. «Estos personajes forman parte de mi niñez». Pero el encargo suponía un gran reto porque desde el principio tuvo claro que debía tratarlo como una restauración y no una reconstrucción, aunque los muñecos estaban en «malas condiciones» después de casi cuatro décadas sin uso.  Un trabajo complejo del que Villa se siente orgulloso porque entiende que han recuperado «la frescura» que los caracterizaba. Y ahora, los nostálgicos del mítico programa, pero también los que quieran conocer parte de la historia de la televisión española, pueden verlos en el Museo de Títeres de Albaida. 



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